¿Colaborando con el Sur desde la escuela?

¡Qué suerte poder aprender de las personas del campo! Y no de cualquiera, sino del que está organizado en el Norte y en el Sur. Las campesinas y los campesinos familiares y tradicionales de todo el mundo -que defienden la alimentación sana, variada y adaptada a la propia cultura- nos han enseñado que:

Una niña que come biológico en la comarca ayuda a que las familias de Paraguay puedan mantener sus cultivos frente a la presión de los grandes terratenientes.
Un niño que come cada día en un comedor ecológico de su pueblo colabora en que no se fundan el hielo de Groenlandia.
Una escuela que está haciendo la transición de la utilización de productos de la agroindustria a la agricultura tradicional de nuestro país está frenando la desertización del planeta.
Un colegio que se ha propuesto reducir la carne de la ganadería industrial substituyéndola por proteína de legumbres, está ayudando a los bancos de semillas tradicionales de Pakistán.

Explicándonos cosas complicadas con palabras sencillas nos han hecho comprender que si nos preocupamos por los países del Sur, el trabajo lo tenemos aquí. Y al saber que el comedor de nuestra escuela era ecológico nos han dicho que justamente se trataba de eso. Porque nuestro consumo ecológico tiene un impacto directo no sólo en la salud de la infancia y en el futuro de nuestro país, sino también en la tierra, el agua y las personas del Sur.

Vivimos en un mundo mal desarrollado. Los problemas son globales y afectan a todo el mundo. Actuando localmente conseguiremos que se produzcan cambios: consumir local y de temporada favorecerá a la agricultura de nuestra tierra y, a su vez, hará que en Ecuador no tengan que exportar los alimentos para poder pagar los alimentos que les llegan de fuera. Y también reduciremos las emisiones de CO2.

Además, con nuestra opción individual y colectiva estamos incidiendo en:

La producción de alimentos para la nutrición de las familias, y no para los depósitos de los vehículos o la ganadería industrial del Norte.
El uso sostenible de la tierra, del agua y de los bosques.
La defensa de las semillas tradicionales y culturalmente apropiadas contra la extensión de las multinacionales depredadoras y de los organismos modificados genéticamente –los transgénicos.
La mitigación del cambio climático.
La permanencia de las personas que trabajan la tierra en el campo, en lugar de ser expulsadas para acabar en barrios miseria de megalópolis.

Y cuando utilizamos productos de comercio justo, incidimos en la promoción de una economía justa y comunitaria adaptada a las tradiciones y las necesidades de los pueblos.

Todo esto y más, nos lo ha explicado La Vía Campesina. Se trata del movimiento social más numeroso e importante de nuestro mundo; la que ha definido el objetivo -y lucha para que se haga realidad- de la soberanía alimentaria.

¿Verdad que sí?