Centroamérica: Sobrevivir al desarrollo
El balance de tres décadas de cooperación internacional al desarrollo que hemos conocido en Centroamérica nos deja un saldo que podríamos resumir esquemáticamente como: éxito del “desarrollo”, pinchazo de la “cooperación”.
El discurso de las políticas de cooperación al desarrollo planteaba expectativas de generalización del modelo económico y de bienestar de los países “desarrollados”. Este discurso obviaba que la tendencia natural del desarrollo realmente existente es la de una evolución desigual en el marco de unas relaciones desiguales. Su “progreso” ha sido el de la concentración de la riqueza, la financiarización, la deslocalización, la especialización territorial y la acumulación por desposesión. Con el avance de todas estas tendencias, el desarrollo realmente existente (no el del imaginario de la cooperación) sí está logrando sus objetivos.
La evolución
Haciendo un brevísimo recorrido por estas tres décadas, podríamos distinguir tres fases:
Una primera época marcada por los conflictos armados y todavía en un mundo dividido en dos grandes bloques. En esta época prevalecía el discurso de los derechos humanos y los esfuerzos se volcaron en las transiciones hacia regímenes “homologables” y la estabilidad, incluyendo apoyos importantes a la sociedad civil para presionar hacia los procesos de paz.
Luego vino el despliegue de la agenda neoliberal, culminada con los tratados de libre comercio. Durante esta época la cooperación al desarrollo acuñó toda una batería de conceptos como Desarrollo Humano, Desarrollo Sostenible, Género en el Desarrollo, Objetivos del Milenio, etc., como contrapeso, para ir más allá del crecimiento económico como vara de medir el desarrollo. En todo ello, junto a la retórica paliativa del sistema de Naciones Unidas, también encontraríamos discursos y prácticas con recorridos rescatables. El problema es que, en el mejor de los casos, quedaron fundamentalmente para el consumo interno en el ecosistema de la cooperación, mientras la “realidad real” iba por los caminos del Consenso de Washington.
En la tercera fase, en la que nos encontramos, apenas queda rastro ni siquiera de los paliativos. Se trata de pisar el acelerador de una cooperación con la inversión empresarial en el centro, es decir, el desarrollo en su expresión más cruda. Para no alargarnos basta con una imagen: el pasado 8 de marzo, mientras Guatemala y el mundo se despertaban con el horror de las 40 niñas dejadas morir en el incendio de un orfanato de la capital, mientras llovían comunicados de solidaridad y exigiendo justicia, al Foro de ONG Internacionales en Guatemala llegaba otro comunicado, de la Cámara de Comercio española en el país, en el que se lamentaba la “desprotección” de sus inversiones en proyectos extractivistas como las hidroeléctricas de ACS en el río Cahabón, ante las demandas de protección el territorio kekchí[1]. La Corte de Constitucionalidad acaba de darles luz verde. La diplomacia y la cooperación oficial europeas de hoy son mucho más proactivas con los “derechos” del ciudadano Florentino Pérez y sus co-accionistas. El Género en el Desarrollo ya hace tiempo que cayó en desgracia, los recortes hicieron el resto[2]. Las huérfanas no “producen riqueza”…