Seguimiento de Entrepueblos sobre la crisis del COVID-19
Planeta Tierra, abril de 2020
Estimadas amigas y amigos de Entrepueblos,
y de las organizaciones hermanas de América Latina/Abya Yala
Os escribimos en primer lugar para desearos que estéis bien y os cuidéis mucho en todos los aspectos. Para enviaros un gran abrazo, con un mensaje de solidaridad, esperanza y cercanía en estos momentos de duelo de familiares o personas cercanas, así como de toda clase de incertidumbres ante lo que está por venir.
En esta nueva comunicación queremos dar continuidad a lo que os dijimos al inicio de nuestra cuarentena, actualizando información del seguimiento que estamos haciendo de esta crisis.
Tal como avanzamos hace unas semanas, hemos podido organizarnos para mantener la continuidad de nuestro trabajo, siempre dentro de las limitaciones que nos impone la situación y la necesidad de cuidarnos en lo familiar, lo emocional y lo social. Hemos puesto en marcha una “Comisión de crisis”, compuesta por personas de la Junta y de la Oficina Técnica, para hacer un seguimiento semanal para ir respondiendo a los diferentes desafíos que la situación nos plantea. En la parte técnica realizamos reuniones periódicas a distancia entre el personal de las distintas áreas de trabajo, así como una semanal con las y los cooperantes que están en los países de América Latina. También tratamos de hacer frente a las rigideces de las normas administrativas derivadas del Decreto de Alarma en el ámbito de la cooperación, tratando de que no añadan problemas a los que ya están empezando a sufrir las organizaciones y comunidades de los países en los que trabajamos.
En América Latina la onda expansiva de la epidemia está llegando con semanas de retraso con respecto a lo que estamos viviendo en Europa. Encontramos reacciones muy diferentes en unos y otros gobiernos. Desde los que han anticipado medidas de distanciamiento para tratar de adelantarse a la extensión del virus, hasta algunos que a día de hoy continúan autorizando, cuando no recomendando, actividades masivas. Hay cierta coincidencia, por cierto, entre esta última posición política y la influencia de ciertas confesiones religiosas que, al igual que buena parte de la clase empresarial, se resisten a cerrar sus “negocios”.
A través de nuestras compañeras y compañeros cooperantes, estamos en contacto permanente con las organizaciones sociales aliadas, aunque también a distancia, como requieren las medidas de protección. De estas conversaciones extraemos para compartirlas algunas de las primeras preocupaciones que nos trasladan:
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Las organizaciones de DD.HH. nos hacen llegar varias alertas sobre cómo la crisis del COVID-19 se está traduciendo en mayores concentraciones del poder, autoritarismos, vulneraciones de derechos, carta blanca e impunidad para las fuerzas policiales, e incluso represión y criminalización a defensoras y defensores, aprovechando las medidas de excepción. En este terreno podemos decir que llueve sobre mojado.
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La precariedad de los servicios públicos y las décadas de privatizaciones hacen que, aunque la pandemia todavía no ha tomado las dimensiones que ahora registra en Europa, sean de temer situaciones de crisis humanitarias graves, en los casos en que no se logre atajar a tiempo. Un apunte de ello lo tenemos ya en la ciudad ecuatoriana de Guayaquil.
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Otro ámbito de impactos es el de los impactos económicos asociados. Las elevadas tasas de trabajo informal y precario, así como los déficits de vivienda y suministros básicos, son fuentes masivas de alta vulnerabilidad. Las personas que viven del trabajo informal -que son en algunos países la mitad o más de la población ocupada- dependen de lo que ganan a diario y, por tanto, para ellas quedarse en casa no es una opción. Algunos gobiernos han anunciado pequeñas ayudas a los sectores más desfavorecidos, pero son insuficientes e inconcretas, y lejos de calmar, crean más incertidumbres y alarma social, como está ocurriendo en El Salvador o Guatemala.
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Desde varios países nos cuentan cómo, mientras se ordena el confinamiento a la población, las empresas extractivas tienen bula para continuar sus actividades. En Perú, por ejemplo, nos notifican los primeros casos en campamentos mineros.
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Las organizaciones feministas tratan de hacer frente a las consecuencias para las mujeres del “quédate en casa”, tanto en los cuidados, como en la contención de las crisis y las violencias, en la mayoría de los casos supliendo las responsabilidades que corresponden a las instituciones públicas, ofreciendo servicios de atención apoyo, escucha y denuncia.
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Los países siguen pagando su deuda externa, en unos momentos que se necesitan todos los recursos para la protección social. Y eso no es todo, sino que se teme que tras esta crisis esta deuda se acreciente y suponga mayores recortes sociales y de los servicios públicos si no hay un replanteamiento a fondo de la deuda.
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Desde el ecologismo social se remarca la necesidad de crear conciencia sobre como el modelo de producción agroindustrial está en el origen de estas epidemias cada vez más recurrentes. Tanto en lo que respecta al avance sin límites de la frontera agrícola y ganadera sobre las selvas y los ecosistemas naturales, como por lo que respecta a los sistemas masivos de hacinamiento animal en macro-granjas con tratamientos alimentarios y zoosanitarios industrializados. Y se alerta sobre el temor de que tras la crisis venga una fase de repunte de las políticas de crecimiento de la economía fósil, que suponga pasos atrás en la ya muy insuficiente agenda para hacer frente a la emergencia climática y ecológica.
Al mismo tiempo, dentro de nuestras limitaciones y las propias del confinamiento, estamos tratando de unir fuerzas y apoyar diferentes iniciativas surgidas desde diferentes movimientos y plataformas en nuestro país, que tratan de dar respuesta a la situación que viven los sectores más vulnerables, como la campaña por el Plan de Choque Social, las demandas de regularización de las personas migradas –tal como se ha hecho en Portugal-, las del colectivo de mujeres en el trabajo doméstico, así como en varias iniciativas feministas o la campaña europea en defensa de la sanidad pública.
Y al mismo tiempo participamos en reflexiones y debates colectivos con organizaciones del ámbito ecosocial y climático, así como en el movimiento feminista, con el objetivo de mirar un poco más allá de la situación actual y tratar de analizar las causas y las consecuencias de esta crisis, así como de abordar las incertidumbres del “día después”.
También hemos organizado en estos días algunas actividades directas de diálogo e intercambio, como las videoconferencias Economía Feminista, para no volver a la “normalidad” ¡Todas, tenemos derecho a vivir dignamente! y Una mirada global a la pandemia desde los movimientos sociales. Para no volver a la “normalidad” con voces desde los feminismos y los mivimientos sociales, de aquí y de diferentes países de América Latina.
Hace casi una década editamos una publicación titulada “No dejes el futuro en sus manos. Cooperación solidaria ante la crisis del capitalismo global”, donde definíamos la crisis global como “una crisis multidimensional en la que se suman las crisis alimentarias, la energética, la de los cuidados, la crisis económica y financiera, crisis de representación política, crisis migratoria y de personas refugiadas, crisis climática y ecológica… Pero no tenemos varios planetas ni sociedades donde se desarrollen por separado cada una de estas dimensiones, sino que todas confluyen e interactúan sobre una misma realidad física y social”.
Aunque es pronto todavía para consolidar conclusiones, este nuevo episodio de la crisis global que estamos viviendo nos empieza a apuntar algunas reflexiones a retener para lo que pueda venir después:
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La gravísima irresponsabilidad de las políticas neoliberales que se han desarrollado durante décadas con la privatización y/o desmontaje de los servicios públicos y de los bienes estratégicos.
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Que, mientras la mayor parte de las empresas han tenido que detener su producción -para la que “todavía” se requieren personas humanas- lo que nunca se puede detener es el trabajo reproductivo, este que en nuestra sociedad se realiza en el ámbito doméstico. Ahí han ido a parar la mayor parte de las tensiones, desazones, frustraciones y necesidades de cuidados que conlleva esta crisis, con todo lo que ello significa para las personas –en su mayor parte mujeres- que lo sostienen.
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Este ámbito doméstico se ve complementado con la socialización virtual por medio de todo tipo de plataformas y pantallas. Un mundo mágico lleno de paradojas y ambivalencias, que nos permite desplegar toda nuestra empatía y compasión con personas queridas de otros continentes, al mismo tiempo que nos permite ignorar la muerte del vecino del piso de abajo; que es capaz de dar alas a nuestra creatividad y al mismo tiempo de hacer palidecer las pesadillas de George Orwell sobre el control social por parte de los estados y las grandes compañías del “big data”. Una magia que, recordémoslo, se basa en materiales minerales relativamente escasos.
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Otra conclusión importante es la necesidad de la relocalización de la producción y el consumo de bienes básicos, es decir de la soberanía social. Ninguna comunidad humana puede permitirse el lujo de depender de importaciones transnacionales y de intereses especulativos para proveerse de los medios que sostienen la salud, la alimentación y el resto de suministros básicos para la vida.
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Pero esta soberanía no puede plantearse desde el exclusivismo o el primacismo, sino desde el internacionalismo, es decir, desde la conciencia de que vivimos en un solo mundo y que para subsistir debemos cooperar, si no es por solidaridad, por lo menos, por egoísmo inteligente. En estos días en que los EE.UU. se han encaramado en la primera posición de los países afectados por el COVID-19, el “American first” de Donald Trump sonaría cómico si no fuera porque quienes están pagando las consecuencias de estas deliberadas sandeces son las poblaciones más vulnerables y racializadas en los barrios, por ejemplo, de Nueva York.
Esta conciencia internacionalista, que venimos practicando desde hace más de 30 años, es la que nos une con tantas personas y organizaciones, de aquí y de América Latina, la que nos hace convertir en estímulos estos retos abrumadores.
De estas valoraciones que nos llegan de América Latina, y de los intercambios de reflexiones con las organizaciones de aquí y de allá, surgirán seguramente ideas para nuestro trabajo en los próximos años, que debemos empezar a trazar a partir de la próxima asamblea, que como sabéis, se tenía que haber realizado los próximos 2 y 3 de mayo en Valencia. En estos momentos aún no nos atrevemos a aventurar una nueva fecha, esperamos poder hacerlo en cuanto la situación nos lo permita. Para todo ello esperamos seguir contando con vuestro interés y apoyo como hasta ahora.
Abrazos y seguiros cuidando.