Entrepueblos con la huelga feminista 8M
Aunque existen varias versiones sobre el origen del Día Internacional de la Mujer, 8 de marzo, las primeras reivindicaciones de las que tenemos constancia surgen en torno a la lucha salarial de las mujeres, el trabajo digno y la lucha sindical, a finales del siglo XIX principios del XX, aunque fue a partir de la segunda Conferencia Internacional de las Mujeres Socialistas, en 1910, celebrada en Copenhague, Dinamarca, donde Clara Zetkin, feminista y dirigente comunista alemana, propuso instituir el 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer, para reclamar los derechos políticos, civiles y económicos de todas las mujeres en el mundo. En esta segunda conferencia se reiteró también el Sufragio Universal para todas las mujeres, y por esta época además se empiezan a reclamar en algunos países el derecho de las mujeres a estudios superiores.
Fue en 1975, Año Internacional de la Mujer, cuando las Naciones Unidas celebran por primera vez el 8 de marzo, el Día Internacional de la Mujer, institucionalizándolo.
Hoy, más de un siglo después de aquellas reivindicaciones, seguimos en esta lucha desigual, defendiendo nuestros derechos, por la igualdad de oportunidades, por el reconocimiento social, por la erradicación de todas las manifestaciones de violencias machistas, en prácticamente todos los ámbitos de la vida: familiar, educativo, laboral, institucional,… Seguimos luchando y resistiendo las opresiones impuestas por modelos sociales heteronormativos patriarcales, que nos afectan a todas las personas, y de forma muy particular a las mujeres, a las personas con identidades y expresiones de género diversas y a las minorías sociales. Opresiones que invisibilizan, entre otros, al trabajo reproductivo, la economía del cuidado, o a los derechos sexuales y reproductivos.
Vivimos en un mundo machista que nos oprime, que nos silencia, que nos mata. Queremos una vida libre de violencias.
Hacemos un llamado a nuestros compañeros los hombres, para que se sumen a nuestras reivindicaciones y asuman que luchar por los derechos humanos es luchar por los derechos de todas las personas, para que no haya unas personas con más “privilegios” que otras, para que no haya personas que vivan “supeditadas” a otras. Sabemos que estos cambios culturales son lentos, pues precisan avances hacia nuevos modelos de economía y pedagogía feminista popular, también desde la desobediencia y la insubordinación antisexista y antirracista.
Hoy nos llegan nuevas formas de opresión, las impuestas por el sistema capitalista hegemónico, que de forma “silenciada” nos avoca a una violencia sistémica por parte de las grandes multinacionales y las empresas extractivistas, fomentando la indiferencia y la tolerancia social ante el trabajo precario, la contaminación, el ecocidio y el feminicidio, que atentan a nuestros cuerpos-territorio, que provocan la expulsión de personas y comunidades de sus territorios de vida, que fuerza a las migraciones masivas o que impiden el derecho a migrar, que provocan comportamientos racistas y xenófobos.
En todo el planeta existen personas que son perseguidas, criminalizadas y asesinadas por defender los derechos humanos, por defender sus territorios, sus pueblos originarios, comunidades, tierras, montañas, ríos, animales, plantas y hasta el aire que respiran. Defensoras de la vida, de la libertad, de la dignidad, de los derechos humanos y de la naturaleza, que se enfrentan a todo tipo de opresiones machistas desde el ámbito familiar, comunitario, organizacional, institucional y judicial por defender la vida, su vida, nuestra vida.
Un año más, este 8 de marzo, desde cada rincón del planeta reivindicaremos por la igualdad de derechos y oportunidades, alzando las voces con nuestras prioridades territoriales y nuestros procesos locales, unidas ante la lucha global y avanzando hacia un feminismo internacionalista con el que cuidarnos y hacer frente a la contraofensiva también global.