Con la democracia en cuarentena. Anticipando la post-pandemia

Se movió el piso. Las certezas se desvanecen. Las incertidumbres nos envuelven. El futuro aparece más difuso que antes. Lo cierto es que pandemias de todo tipo, no solo la sanitaria derivada del coronavirus (Covid-19), acosan a la sociedad humana. La pregunta es si sabremos transformar tanta amenaza y riesgo en oportunidades para una gran transformación.

Preocupante resulta ver que a medida que se desarma lo existente, comienza a organizarse un nuevo régimen, que, por lo pronto, parece que recupera lo peor del viejo… y en esta recuperación del pasado, causante de tantas pandemias, la tentación autoritaria está cada vez más presente. Y es probable que, pasado lo peor de la pandemia, se siga persiguiendo perversamente la promesa -de imposible cumplimiento- del desarrollo y del generalizado bienestar, sacrificando a millones de seres humanos y por cierto a la Madre Tierra… hasta que nos enfrentemos con la próxima pandemia.

“En estos momentos de crispación, hace falta serenidad, reflexión y sopesar razones.
De cómo salgamos del hoy, va a ser el mañana”
Julio Anguita, 4 de mayo del 2020

Los sacudones de la democracia antes del coronavirus

En América Latina, si se me permite poner la lupa en esta región, hasta hace poco registrábamos sociedades en movimiento que copaban calles y plazas con sus múltiples revueltas y resistencias, declinando el verbo democracia en todos sus tiempos.

El fin del año 2019 pasará a la historia por sus múltiples rebeliones populares en contra de diversas y crecientes desigualdades, y de la imparable destrucción de la Naturaleza. El peso de las estructuras clasistas, patriarcales, xenófobas y racistas acompañó y desató las frustraciones de amplios grupos -en especial de la juventud- movilizados sin nada que perder, pues hasta el futuro se les ha robado…

A esta lectura cabría agregar los problemas nacidos de las propias contradicciones del capitalismo periférico, bajo las cuales los países latinoamericanos son constantemente empujados a perpetuar su carácter de economías primarias exportadoras, siempre vulnerables y dependientes. Violencias, corrupción y autoritarismo -en gobiernos neoliberales y “progresistas”, no confundirlo como de izquierda- acosan a la democracia. Tanta brutalidad no es una mera consecuencia de los extractivismos, sino una condición necesaria para su cristalización. Y todo enmarcado en acciones propias de los imperialismos, a los que pocas veces se incorpora en los análisis.

Entender tal complejidad no es fácil. La fuerza de las movilizaciones de fines del 2019 fue enorme, pero no necesariamente presentaron claras opciones de cambio, aunque quizás abrían horizontes nuevos para la disputa del sentido histórico, sobre todo en el caso chileno. Además, las amenazas que ya envolvían a estos procesos eran mayúsculas. Basta constatar las sombras de la militarización de la política que ya entonces asomaron como constante en varios rincones de Nuestra América. Con las cuarentenas se han vaciado las calles y se ha puesto, por lo pronto, en cuarentena a la democracia.

La democracia jaqueada por los efectos del coronavirus

El coronavirus nos confronta con una realidad que se ha venido acumulando desde hace décadas y sobretodo en el último tiempo. Y esa realidad responde, más allá de lecturas inspiradas en el complot y de una avalancha de interpretaciones sobre la pandemia, a un proceso de destrucciones múltiples fraguado por los seres humanos en el marco del “capitaloceno”, responsable del colapso climático en marcha. Además, la misma recesión económica, que ya nos presionaba antes del coronavirus, resulta de esa lógica infernal de acumulación incesante del capital. Y así, esta convergencia de pandemias agudiza los problemas y nos enfrenta a una crisis multifacética en extremo compleja que nos convoca a pensar y actuar.

Protestas contra el paquetazo. (Cuenca, Ecuador). Fuente: portaldiverso.com

Puntualicemos algunos elementos clave. El coranavirus desnuda varios temas, muchos de ellos ya conocidos. El Covid-19 demuestra la profundidad de las desigualdades: a más de los graves problemas sanitarios, explotan agravados muchos otros problemas sociales: el hambre, la miseria, la inequidad, la marginalidad. El coronavirus, al demostrar la lógica del poder, sirve para exacerbar los temores y las aberraciones: se ha organizado un plan de guerra para vencer a un “enemigo invisible”, en clave de “chivos expiatorios”: migración y coronavirus caminan de la mano exacerbando la xenofobia.

En ese crispado escenario, el Estado retorna. A primera vista, esto resulta hasta deseable. Crece el reclamo para que el Estado asuma tareas sociales, pues en muchos países se las había dejado librados a lógicas mercantiles, la salud sobretodo. Lo grave es que, simultáneamente se consolida un Estado autoritario: hay que disciplinar a la sociedad para controlar la pandemia, es el mensaje. La cuarentena, más allá de su utilidad para frenar el contagio, implica una restricción de derechos. También asoma un Estado que, una vez más, luego de un largo interregno neoliberal, asume su papel como empresa de reparaciones del sistema, apuntalando a las grandes empresas, para que a la postre todo siga igual. Este retorno del Estado implica, entonces, la búsqueda de seguridad para mantener el statu quo, sobre todo cuando lo que se pretende es atravesar este complejo momento y retomar a la a-normalidad anterior.

La tentación del autoritarismo tecnológico chino es enorme. “El gran hermano” de George Orwell, transformado en “el estado tecnototalitario perfecto”, de Franco Berardi Bifo, asoma como una realidad cada vez más aterradora. Estados con rasgos fascistas y de exacerbados nacionalismos pueden consolidarse en muchos países. A la par, en América Latina y en otras latitudes, contando con el concurso estatal, se perfilan más neoliberalismo, más extractivismos, es decir más flexibilización laboral y ambiental para ser competitivos y recuperar el tiempo perdido. Al finalizar la pandemia habrá más ricos: las farmacéuticas, las grandes empresas que suministran y comercializan los alimentos, por ejemplo. También habrá más pobres. Y es muy probable que, dependiendo de como salgamos de ella, haya menos democracia…

La democracia de la Tierra, un paso imprescindible

Un par de reflexiones adicionales. Ojalá se entienda que la cuestión ambiental ha sido núcleo fundamental en los crecientes conflictos en el mundo entero. Esta pandemia del Covid-19 no surge de la nada, no es el producto de un simple complot. La pandemia nos confronta con una realidad socioecológica que se ha venido deteriorando aceleradamente desde hace unas siete décadas por lo menos, pero aún con más ferocidad en el último tiempo. Y en este complejo escenario, como lo hemos anotado, a la democracia se le enfría… dirán inclusive, sin sonrojarse, que para protegerla.

El reto no se resuelve de la noche a la mañana. Defender y fomentar la democracia en todos los ámbitos de acción estratégica -desde lo local a lo global-, con un proceso de permanente radicalización, sigue siendo el camino para sociedades respetuosas de la diversidad, de la igualdad y la libertad. Es más, no podrá haber paz entre los humanos si simultáneamente no transitamos hacia la paz con la Naturaleza. Y eso nos invita a sintonizarnos con la democracia de la Tierra para construir sociedades basadas en la justicia social, la democracia radical descentralizada y la sustentabilidad ambiental.

Las mujeres exigen justicia (Chiapas) Foto: Andrea Murcia. Fuente: cuartoscuro.com

Los elementos básicos de dicha democracia radican en la relación armoniosa con la Madre Tierra, reconociendo que todos los seres vivos tienen un valor intrínseco, independientemente de si tienen o no alguna utilidad para los seres humanos. La diversidad biológica y cultural es la base de esa forma de democracia raizal, que no puede más apuntar hacia la uniformización productiva, cultural e incluso política. La sustentabilidad pensada en clave de las futuras generaciones obliga a priorizar los bienes de subsistencia básica, asegurando salud, alimentación y vivienda como derechos, no más como mercancías. Otra economía es un reto imperioso a partir de la diversidad, la sostenibilidad y la pluralidad, potenciando lo local a partir de las nacesidades, demandas y decisiones locales: desde barrios y comunidades en primer lugar. Los saberes ancestrales en estrecho diàlogo con los conocimientos científicos deben hacer realidad la convivialidad de relaciones sociales, económicas y políticas, inclusive tecnológicas.

Eso demanda generar transiciones desde miles y miles de prácticas alternativas existentes en todo el mundo, orientadas por horizontes utópicos que propugnan una vida en armonía entre los miembros de la Humanidad y de estos con la Naturaleza, aprendiendo de formas de vida indígenas, plasmadas en los buenos convivires, y de todas esas otras opciones de existencias dignas que van configurando el Pluriverso.

Sin minimizar las acciones a nivel estatal, todo indica que el gran impulso surgirá con acciones desde abajo, desde barrios y comunidades. Una faena que no puede ser en ningún caso romantizada en tanto emerge desde la misma brutalidad del mundo capitalista. Se trata de una construcción y reconstrucción paciente y decidida, que empieza por desmontar varios fetiches -particularmente económicos, empezando por el imposible crecimiento en un mundo finito y por los destructores extractivismos- y en propiciar cambios radicales, desde experiencias existentes o desde imaginarios a ser transformados en realidades. Y eso nos conmina a desbaratar las bases patriarcales y coloniales del capitalismo, con lo cual inexorablemente se desmoronará esta civilización de la desigualdad y la violencia.

Esa tarea demanda conjugar la democracia en todas sus formas. Subvertir la institucionalidad dominante es el primer paso para construir redes de resistencia y re-existencia con las que -sin pedir permiso- se potencie y se radicalice la democracia en la vida de los pueblos. En la medida que la pandemia deviene en pandemonio, ¿cuál es el potencial real de cabio de rumbo? ¿Volverán las masas a llenar las calles hoy vacías por la pandemia? El momento, a pesar de todas las amenazas que se ciernen, aparece como inmejorable para disputar el sentido histórico de una gran transformación socioecológica.-

Alberto Acosta

Economista ecuatoriano. Profesor universitario. Ministro de Energía y Minas (2007). Presidente de la Asamblea Constituyente (2007-2008). Candidato a la Presidencia de la República del Ecuador (2012-2013). Compañero de lucha de los movimientos sociales.

18 de mayo del 2020


Fotografía de portada de Jonatan Rosas